Charlie Hebdo, la libertad de expresión y la islamofobia
mondediplo.net
Traducido para Rebelión por Susana Merino |
En un editorial de Le Figaro,
el 19 de septiembre, titulado “Islamismo, el deber de reaccionar” (solo
para abonados), Yves Threard finalizaba con las siguientes palabras:
“los poderes públicos deben prohibir (las próximas manifestaciones)
interponerse, condenar a sus instigadores, antes de cacarear: Francia no
puede dejarse pisotear” Y el diario titulaba a tres columnas, en su
primera edición: “Los islamistas quieren volver a manifestarse en París”.
Se da la paradoja de que los mismos que se movilizan por la libertad de prensa y por Charlie Hebdo
llaman a impedir las manifestaciones de los “islamistas” Recordemos que
la pequeña manifestación que se produjo frente a la embajada de los
EE.UU. solo contó con unas doscientas personas, la mayor parte de ellas
jóvenes franceses que concurrieron al lugar: no se produjo ninguna
violencia. Es cierto, no estaba autorizada, pero, ¿ha sido tan grave
como para provocar esta oleada mediática? ¿No se produjeron nunca en
Francia manifestaciones no autorizadas de obreros en huelga o de otras
reivindicaciones? Confieso que mi primera manifestación no autorizada
fue en 1965 ante la embajada de los EE.UU. contra los bombardeos
estadounidenses en el norte de Vietnam, exactamente en esta misma plaza
de la Concordia, que me costó un golpe de cachiporra y un par de
anteojos…
Pero está claro, en este caso se trataba de islamistas,
término bastante difuso que engloba a los Hermanos musulmanes, a los
salafistas, a Hizbulá y a Al-Qaeda. “Ellos” son culpables porque son
islamistas, claman los que defienden la libertad de expresión, la
blasfemia y toda idea iconoclasta. “Es cierto que estos islamistas
amenazan con hacer una nueva manifestación en París”, siempre según Le Figaro ¿Y el derecho a manifestarse?
Decididamente la libertad de expresión y de manifestación es de geometría variable. Charlie Hebdo,
que apela a ella para publicar nuevas caricaturas (¡qué coraje!), ha
acusado a uno de sus diseñadores estrella, Siné, de falaces mentiras de
antisemitismo. Se pueden encontrar los antecedentes en el artículo “
Affaire Siné: les points de vue de Charb et Cavanna, historiques de Charlie Hebdo ” (Le Nouvel observateur, 27 de julio d 2008), y leer en particular los despiadados argumentos de Charb para explicar y justificar el despido de Siné.
Ivan Rioufol, cuyas crónicas en Le Figaro
y en su blog ilustran su defensa de los temas de extrema derecha
antiinmigración e islamófobos explica en su última publicación del 19 de
septiembre por qué “Charlie Hebdo salva el honor de la prensa”.
Aun aceptando la idea de que el islamismo (en singular) es una ideología
totalitaria, ¿es necesario prohibir “las demostraciones de fuerza como
la que se anuncia en la red, el próximo sábado en París en defensa del
Profeta”? ¿Y por qué se deja expresarse libremente sin oposición a un
partido como el Frente Nacional, mucho más influyente que algunos grupos
islamistas radicales? ¿Quiénes son los que realmente amenazan a la
democracia?
Para evitar todo juicio intencional, me gustaría
decir que no se pueden tolerar amenazas contra alguien que utiliza la
libertad de expresión, incluso para un uso indebido. Las leyes protegen
este derecho y no puede aceptarse que se pongan en tela de juicio. Hasta
los imbéciles tienen derecho al uso de la palabra…
Pero dejemos
la hipocresía de una derecha y de una izquierda que agitan desde hace
años el espantajo del islamismo a fuerza de declaraciones y de columnas
periodísticas pero no explican de qué manera algunos millones de
musulmanes (tres, cuatro, cinco: nadie sabe cuántos porque nadie sabe
definir a “un musulmán”) podrían amenazar a la República, ellos que
están librados al ostracismo y algunas fracciones relegadas a los
suburbios más alejados y además se hallan profundamente separados
(social, política y aún religiosamente). En un país que padece una
desocupación y una masiva pobreza, en el que el gobierno socialista
acepta las políticas de austeridad, donde los ricos se enriquecen cada
vez más, resulta cómodo orientar la cólera popular hacia aquellos que ni
siquiera son “verdaderos” franceses. Recordemos que la primera medida
sancionada por la nueva mayoría socialista del Senado fue la prohibición
del velo…
El suceso relativo a Charlie Hebdo no es más que otra diversión pero, ¿pueden dejarse sin respuesta este tipo de ataques?
Imaginemos
que en Alemania en 1931, en pleno ascenso del antisemitismo, un
semanario de izquierda hubiera hecho un número especial sobre el
judaísmo (la religión) explicándolo en varias columnas sin ninguna
connotación antisemita, que el judaísmo es retrógrado, que la Biblia es
un texto que hace apología de la violencia, del genocidio, de la
lapidación, que los judíos religiosos visten ropa muy curiosa y visibles
signos religiosos, etc. No se habría podido disociar evidentemente esa
publicación del contexto político alemán y del ascenso del nazismo y
separar de un revés, como lo hace Charb en Liberation del 20 de setiembre, las diferencias entre tales tomas de posición.
Vivimos
en Europa, el ascenso de las fuerzas nacionalistas, de los partidos
cuyo eje de lucha no es como en los años 1930 el antisemitismo sino la
islamofobia. Se ha instalado un clima malsano y las ideas hostiles a la
inmigración y especialmente hacia los musulmanes se difunden tanto en la
derecha como en la izquierda. Nuestro Ministro del Interior, Manuel
Valls, no se diferencia demasiado de su predecesor. Es cierto que nada
de esto anticipa la toma del poder por el fascismo y fuera de algunos
iluminados (como Breivik) nadie pide un genocidio de los musulmanes.
Pero, ¿podemos hacer como que esas fuerzas no existieran? ¿Podemos
retomar los discursos y las propuestas de esos grupos y aceptar sin
serios riesgos el terreno en que se ubican?
Volveré en otro artículo sobre la dimensión internacional de esta crisis.
Fuente: Rebelion.org
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